En este tiempo de cuaresma debemos creer que es importante y sobre todo muy gratificante llegar con el corazón limpio y sobre todo arrepentido a Dios. Él arriesgo su vida por nuestros pecados hace mucho tiempo y es por eso que el sacramento de la reconciliación es muy importante en nuestra vida y lo es más en este tiempo: tiempo de conversión, arrepentimiento y penitencia.
El corazón de Jesús en este tiempo es compasivo y nos presenta a él pleno de humanidad ya que nos muestra su autoridad divina por el camino de la compasión y el perdón. A pesar de nuestros pecados el no nos juzga; y esto se refleja en el evangelio de este domingo: Juan 8:1-11: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar”. El nos ama tanto; porque somos imagen y semejanza de él que su amor es infinito y sin medida. Es inevitable la relación con el padre misericordioso de la parábola de Lucas 15, que leímos y comentamos el domingo pasado. La actitud del padre (que representa cómo actúa Dios Padre) y la de Jesús (Dios Hijo) es la misma. Ninguno condena sino que sus palabras abren la puerta de una vida nueva a ambos protagonistas, el hijo pecador y la mujer pecadora. ¡Atención!, no se dice que no hayan pecado (de hecho Jesús le pide que no lo haga más), pero el centro del mensaje está dirigido a dar una nueva oportunidad y a mostrar el corazón misericordioso y compasivo de Dios (Padre e Hijo).
Y es por todo esto que él nos da distintas maneras de acercarnos en este tiempo; como por ejemplo: oración, ayuno, oración, abstinencia y sacrificio.
La oración
La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.
Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.
La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.
El sacrificio
Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. “Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tú cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. “(Mt 6,6)”.
Reflexión:
En Cuaresma el Señor nos convoca nuevamente a la experiencia del perdón. La de ser perdonados, como el hijo o la mujer, por la gran misericordia de Dios; y a perdonar, viviendo como Jesús y como el Padre, la gracia de saber perdonar y reconstruir las relaciones rotas por el pecado.
Cuaresma, tiempo de recibir y ofrecer el perdón de Dios que hace nuevas todas las cosas. El perdón que Dios nos ofrece es un espejo para mirar nuestra propia vida, ¿cómo vivimos el perdón con los demás? ¿Somos generosos al perdonar, o nos parecemos a los fariseos y escribas? Recordar tus propias experiencias de haber sido perdonado, tanto en la vida de relación con los demás con en la relación con Dios. ¿Cómo perdona Dios? ¿Cómo perdona la gente que vive como Dios enseña?
En esta Cuaresma puedes comprometerte a pedir perdón a Dios por tus egoísmos, tus indiferencias, tus faltas al amor con los demás…Y también puedes comprometerte a perdonar a quienes te han ofendido… para vivir en lo cotidiano y concreto lo que el Evangelio de hoy nos enseña.
Naty
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